lunes, 23 de julio de 2012

Cerro Monserrate y un poco de candelaria


Esta última semana fue un poco especial dentro de mi estancia en Bogotá. Por primera vez tuve el honor de recibir en la capital a un amigo de toda la vida, Jon, que por circunstancias laborales fue enviado a la capital para una serie de visitas empresariales.

Con el poco tiempo del cual disponía, era difícil cuadrar un itinerario completo, pero se hizo lo que se pudo.
También toca decir que junto a Jon vino Ignacio, catalán de pura cepa y compañero de trabajo, con quien nos reímos hasta no poder más, más aun sabiendo que era su primera vez en estas tierras latinas.
Tras tomar unas cervezas acompañadas de arepa por la candelaria, el Domingo por la mañana nos dispusimos a subir al cerro- mirador-santuario de Monserrate. 
Con cita en la estación de las aguas del transmilenio, partimos rumbo a la estación del teleférico. Cruzando el eje ambiental y pasando por la universidad de los andes y la Quinta de Bolivar, se sube una pequeña cuesta y se llega a las faldas de la montaña y a la estación del teleférico y funicular.
Esta pequeña cuesta fue la primera "novatada" para los dos chicos venidos de más allá del atlántico. Después de una escala en Lima, llegaron a Bogotá, a mas de 2500 metros de altura, y se notó la falta de aire.Pero con un poco de descanso y agua se solucionó.
Ya en la entrada, nos surgió la duda de como subir, en teleférico o funicular, pero rememorando viejos tiempos subiendo a Igueldo, nos decidimos por el funicular para subir y el teleférico para el descenso.
A 9000 pesos la ida y vuelta, es un precio muy asequible ( solo Domingos, entre semana es más caro) y nos dispusimos a subir.
Un funicular medio moderno y repleto de gente nos subió por la empinada vía que sube hasta el cerro, pasando por un bosque de muchos tipos de arboles y vegetación diversa. Muy bonita la subida, que tarda pocos minutos y se puede ir mirando la ciudad por el techo de vidrio del funicular.
Una vez arriba, nos tocó caminar despacio una vez más, porque ya estábamos a más de 3000 metros de altitud y el "soroche" en los "ibéricos" era más que latente.
Era Domingo, por lo tanto día de misa, y a pesar de la intermitente lluvia, la cima del cerro estaba llena de gente. Familias, jóvenes deportistas, turistas, niños y mucho vendedor ambulante, quienes en sus puestos ofrecen todo tipo de comida típica, artesanías varias y mucha simpatía, a diferentes precios y calidades.
Arriba hay varias cosas que hacer. Visitar la iglesia y sus instalaciones, comer o tomar algo caliente en los numerosos puestos de comida ( además de los restaurantes ), caminar el vía crucis o simplemente sentarse a contemplar gran parte de la ciudad que se presenta al occidente del cerro.Al otro lado se divisa un bosque precioso y muy verde.
Cuando la lluvia comenzó a ser un poco más molesta bajamos a la estación del teleférico y vuelta a la ciudad.El teleférico da otro punto de vista, de la ciudad y del cerro, y aunque se ve un poco vieja la cabina, no se siente ningún movimiento extraño.



Una vez abajo, caminamos por el eje ambiental una vez más, y de allí, todo derecho por la 19 hasta la carrera 7ma, que los domingos es peatonal y ciclo-vía, cosa que se agradece mucho por la ausencia de vehículos.
La lluvia no paraba por lo que caminamos hasta la plaza de Bolivar, y después de mirar un poco el desapacible panorama de la plaza, subimos por la candelaria hasta la Casa de la moneda.
Bonito museo, en una casa colonial que abarca en si mismo 3 diferentes museos, gratis y con espacios bien acondicionados.Cundiboyacense y colombiana en general y allí fuimos a resguardarnos de la luvia y a llenar el estomago.
Por suerte, los dos chicos son de buen comer y disfrutaron mucho del Ajiaco, el cual es mi plato favorito colombiano.
Y poco más. Para bajar el almuerzo, salimos a tomar un buen café en una terraza cercana y después ellos siguieron a ver la final de liga del Futbol colombiano, pero esa ya es otra historia...














viernes, 20 de julio de 2012

Desierto de la Tatacoa


Primero toca decir que la Tatacoa (nombre dado por los españoles en referencia a una serpiente local similar a la cascabel), no es un desierto en sí, sino que es un bosque tropical seco. Pero de igual forma, es una tierra árida como pocas en Colombia, no en vano lleva el sobrenombre de "el valle de las tristezas".  Terreno seco, de color rojizo y gris y una cantidad considerable de cactus y matorrales espinosos le dan al lugar un aspecto muy atractivo para la vista y si se lleva bien el tema del calor, puede ser una experiencia muy agradable para una escapada, ya que además cuenta con una reserva muy importante de fósiles.
Tras salir de Neiva el Domingo al atardecer, nos dirigimos rumbo al desierto, sin saber muy bien el rumbo, pero con la decisión de acampar una noche allá. Preguntando nos dieron la indicaciones para llegar a Villavieja, el pueblo más cercano a la entrada del desierto y capital nacional de la astronomía y la paleontología. EL pueblo es bien pequeño pero guarda mucha historia en su ser. primera capital del departamento del Huila, fue escenario de muchos enfrentamientos entre españoles y muchos de los indígenas del sector. Hoy día vive de la agricultura y el turismo básicamente.
Al igual que en Neiva, el pueblo nos recibió, ya de noche, en plenas fiestas. Pero pasamos de largo y nos dirigimos hacia el observatorio astronómico, junto al cual teníamos planeado acampar.

Es importante decir, que en esta región, el tema de las distancias y tiempos no es muy preciso y hay que tener la paciencia para esperarse lo mejor y lo peor. Le pueden indicar que tal lugar está a 1km = 20 minutos en coche, o a 500 m = 1.5 km etc... No pasa siempre, pero es un detalle a tener en cuenta.
Llegados al observatorio, nos indicaron de un buen lugar para acampar, donde la señora Elvira Cleves, familiar de la ilustre Rosalina "reina de la Tatacoa", venerable anciana de más de 90 años ( ya fallecida) y conocida en todo el país.
Nos recibieron con toda la amabilidad del mundo y en vez de acampar, nos quedamos en una pequeña pero acogedora posada propiedad de la familia. Y la cena. Que decir de la cena. Un gran plato de carne de chivo (cabrito) para chuparse los dedos, literal. Y un jugo de chulupa, fruto similar a la maracuyá pero de sabor más cercano a la granadilla. Simplemente delicioso todo lo servido por la señora.
Como nota decir que en los locales y puestos de comida, bebida y hospedaje de tatacoa y Villavieja, los precios no están "inflados" como en la mayoría de sitios turísticos. Precios exactamente iguales a cualquier otro lugar del país. Buen detalle y consideración hacia el turista, ya que estoy seguro de que venderían lo mismo, siendo más caros ( por ejemplo con el agua).
Después de la cena, alistamos las cosas en la posada y salimos a caminar por la zona del observatorio. A pesar de estar el cielo nublado, pudimos ver la luna llena que brillaba por esas fechas y alguna que otra estrella, en la templada noche desértica.









Vuelta a descansar para al día siguiente visitar en condiciones el desierto.
Un poco más tarde de lo planeado nos levantamos y dimos cuenta de un desayuno para quitar el hambre para un mes. Huevos, arepas, caldo, pan y chocolate para empezar un día como debe ser.
Ya como en estomago lleno salimos nuevamente hacia el observatorio, donde hay una "entrada" al desierto.
El desierto como tal es un cúmulo de arcilla con formas diversas debido a la erosión de millones de años, no en vano, este paraje fui muy similar a la amazonia actual hace miles de años.
Bajamos por una cuesta y caminamos por los "ríos" secos que sirven de camino para inspeccionar la zona. Sin guía de ninguna clase nos adentramos tierra adentro cual exploradores, pero el calor nos puso en nuestro lugar. No se puede tomar a broma este sitio, a pesar de tener referencias visuales concretas lo que permite ubicarse rápido. Nos ubicamos rápido entonces, pero no así llegamos más rápido. En mitad de ese pequeño laberinto, terminamos sobre un cerro del cual bajar fue una aventura. Pero logramos salir más o menos rápido y sin bajas en el equipo, lo cual es buena señal. Vuelta al mirador del observatorio para refrescarnos un poco después de la larga caminata bajo el sol ( con el cual, por fin, NO me quemé).
Tras la visita al desierto, no teníamos mucha hambre, por lo que regresamos a la posada a refrescarnos y conversar un rato, tras lo cual fuimos de visita al pueblo de Villavieja, ya más tranquilo después de la fiesta. 
Pueblo pequeño, con partes coloniales muy bonitas pero no muy bien conservadas. Dimos un pequeño paseo y volvimos a tomar un jugo de chulupa a la sombra de una de las calles principales.
Y de nuevo, vuelta hacia el desierto , donde en una esquina del camino habíamos visto un cartel que decía "piscina". Muy tentador para nosotros. Dicho y echo, nos plantamos en la entrada de la piscina, en la cual solo nos dejaron una hora de baño, porque ya estaban por cerrar. 
Curiosamente el agua estaba bastante fría, cosa que no impidió el chapuzón de rigor bajo la emergente luna llena. Un rato bajo el agua nos ayudó a refrescar los cuerpos que tras ese día bajo el sol, ya estaban bastante perjudicados.
Vuelta donde Elvira a degustar una vez más uno de sus platos, esta vez, chorizo, arroz, ensalada etc.. con la sazón propia de la señora que es toda una artista de los fogones.
Con el estomago lleno, nos acostamos fuera de la posada a mirar las nubes y las pocas estrellas que brillaban en la templada noche y así hasta que el sueño hizo acto de presencia.


4a.m. tocaba levantarse para salir hacia Bogotá, ya que al resto de compañeros de viaje les tocaba trabajar.
El regreso se hizo muy rápido hasta la entrada sur de la ciudad, Soacha, donde los habituales trancones de camiones, buses y demás vehículos hicieron más lento nuestro retorno.
Un paseo que recordaré como uno de los más positivos en colombia. Tras muchos inconvenientes con el Corsa, el clima y los taxis, llegamos a buen puerto y terminamos disfrutando de un lugar que puede llegar a ser mágico y donde la gente local, con su acento chistoso, nos recibió con todo el cariño que esta tierra acostumbra a brindar.
Mejorando las vías de acceso por la parte norte, sería una de las mejores escapadas de fin de semana para lo capitalinos.

lunes, 9 de julio de 2012

Neiva. San pedros, Fiestas folclóricas y reinado del Bambuco.

Escribo este post justo después de un largo viaje por carretera, cansado, medio sucio pero muy feliz tras un fin de semana largo y ajetreado.
Tenía unos diez días de vacaciones y pensé en salir para algún lado y tras un frustrado plan de viaje a Cartagena de Indias, me decidí a última hora pegarme al viaje a Neiva con unos amigos.
Viernes de madrugada, salimos desde las cercanias de la Universidad Nacional en un Corsa, dirección sur, dispuestos a evitar los embotellamientos de trafico mañaneros. Error! nada más llegar a la autopista sur, filas interminables de vehículos nos esperaban, todos en la misma dirección. Paciencia y buena música, no quedaba otro remedio más que eso.
Y en esa tónica avanzamos poco a poco hacia tierracaliente, desayuno en Silvania y paradas en el Espinal y finalmente Neiva, donde almorzamos en la plaza principal.
El plan inicial era quedarnos en un camping junto a un grupo de amigos, pero el camping quedaba en Riveras, un pueblo a unos 20 km de Neiva. Salimos hacia allí con la mejor energía, pero una vez más, la carretera nos puso dificultades. Concierto de Vicente Fernández en un costado de la vía a Riveras ocasionó un embotellamiento gigante, en el cual la policía poco podía hacer. Una espera y avance lentos nos desanimó a seguir hacia el camping por lo que paramos en otro camping diferente, más cerca de la ciudad. Aun así, lo peor es la falta de transporte público para llegar a Neiva. Supuestamente  hay buses que van y vienen desde Riveras a Neiva, pero por alguna razón no pasaba ninguno, y los taxis eran directamente un robo. Pero como había otra opción, nos tocó pagar el taxi cada vez que salíamos del camping.
El camping muy bonito, sencillo pero con unos dueños más que encantadores. Pusimos las tiendas de campaña junto a unos arboles y cerca de la piscina. Destacar del camping la cantidad de diferentes arboles frutales, desde el mango pasando por papaya, guanábana, pomarrosa... hasta la mandarina.













Después de descansar un poco y conversar con los dueños, salimos hacia Neiva para disfrutar de la noche de fiesta. 
Toda la zona del malecón, junto al río Magdalena, estaba llena de puestos de comida, cerveza, zonas de baile etc... y mucha gente al calor de la música y el calor, que ya a esa hora de la noche, no era tan sofocante. Pasamos unas horas por allá , dando vueltas y nos fuimos de vuelta al camping no muy tarde, ya que el día fue muy largo, con casi 10 horas en coche. 
Por la mañana temprano, baño en la piscina del camping y un rato de descanso junto a un desayuno gigante, nos dio fuerzas para regresar a la ciudad para arreglar un inconveniente que tuvimos con el coche. El Domingo por la mañana era el día grande en Neiva. Desfile de reinas de belleza, cabalgatas, carrozas etc... pero para cuando solucionamos el problema, solo alcanzamos a ver la cabalgata. 
A pesar de ser nacido y criado en un pueblo de "montaña" y estar acostumbrado a ver muchas ovejas, vacas, caballos etc... nunca en mi vida había visto tanto caballo junto. Por todo lo largo del malecón se juntan cientos de jinetes ( hombres, mujeres, abuelos...) a lomos de un caballo, con la cercana vigilancia de la policía montada de Neiva y como no, una cerveza en mano ( para mantener el equilibrio dicen !!).
Es una constante en esta fiesta, la cerveza y el aguardiente ( como en todas las fiestas del mundo), pero era curioso ver a gente caerse al suelo, y no soltar la lata de cerveza, así se lastimarán, la cerveza lo primero parecía ser la consigna.
Otro aspecto curioso de la cabalgata era ver a las señoritas, impecablemente vestidas y maquilladas, con escotes generosos, pantalones apretados y cintura de abeja, con su sombrero de vaquera ( o sombrero voltiao ). Es todo un honor para los habitantes de la zona salir en el desfile, y se muestran orgullosos de ello. Muy bonito. Una pena perdernos el desfile principal, pero bueno, otro año será.













Otro pequeño paseo por el centro de la ciudad y salimos de nuevo hacia el camping para alistar las cosas y salir hacia un nuevo destino, el desierto de la Tatacoa, sobre el cual hablaré en un siguiente post y en el cual disfrutamos de un paisaje increíble, una amabilidad fuera de lo común y buena compañía.
Antes de salir, agradecimos la buenísima atención brindada por toda la gente del camping, su ayuda para conseguir los mejores precios y recomendaciones de visitas.



En definitiva un paseo recomendable el de Neiva. Una ciudad que a pesar del calor es agradable de visitar, con gente simpática (a pesar de ser, en teoría, una ciudad peligrosa por el tema de robos), nos trataron muy bien y no tuvimos queja alguna, a excepción del tráfico, donde cada rato los demás coches te pitan. Bastante molesto, pero un mal menor. A 5 o 6 horas de Bogota, un buen destino para pasar un fin de semana o si se tiene más tiempo, como punto intermedio entre el desierto y el parque arqueológico de San Agustín, sobre el cual hablé en este POST.