jueves, 11 de octubre de 2012

ANAPOIMA, descanso al lado de casa

Dentro mi estancia en Bogotá, por si aún hay gente que no lo sabe, estudio gastronomía en el SENA ( ya hablaré del SENA), lo cual me quita mucho tiempo, y me mantiene muy ocupado durante toda la semana, algunos fines de semana incluidos. Pero de la misma manera me queda algún que otro día libre entre semana de vez en cuando, lo cual a veces no siempre se aprovecha., pero esta vez  me decidí a salir de la ciudad un jueves que tenía libre y disfrutar de un poco de relax.
Sin mucho que planear, junto a Mónica, salimos un jueves por la mañana desde Suba, dirección calle 13, para coger el primer bus en ruta hacia tierracaliente.
Decir, que con los cambios de pico y placa en la ciudad, se habrán mejorado algunas cosas, pero es inconcebible encontrarte tráfico y atascos a todas horas, cuando antes, solo eran en horas pico.Pero bueno, toca confiar en las mejoras.Dejando eso de lado, nada más poner pie en tierra de la calle 13, dirección occidente y vía de salida de la ciudad, cogimos el primer bus dirección Girardot.
La salida de Bogotá fue bastante rápida y enseguida nos adentramos entre montañas  pueblos pequeños y muchos contrastes. De clima, vegetación, paisajes urbanos...
Hay que decir que en este trayecto de poco más de 2 horas, se pasa de una altitud mayor a 2500 metros, a otra menor a 1000 metros, con lo que ello supone.
Lo primero que se nota es el calor. Sin ser un bochorno insoportable como suele ser a veces, esta vez el calor se toleraba bien en la ruta.







Una vez pasada La Mesa ( uno de los lugares más conocidos de tierracaliente), llegamos a Anapoima.
Nos bajamos en la misma ruta y caminamos hacia el centro del pueblo a buscar hospedaje. Fines de semana, puentes y vacaciones, el pueblo se llena de turistas pero en estos días, solo gente local.
Como dije antes, el calor se aguantaba muy bien, y ni mosquitos había, lo cual en mi caso, es todo un alivio.
Al no tener prisa, primero decidimos almorzar y por casualidad encontramos un restaurante que vende un muy buen pescado. Dimos cuenta de una deliciosa cazuela de mariscos ( hirviendo, eso si) y un ceviche que no era tal ( más bien un cóctel de camarones), pero muy rico igual. La atención, como en la mayoría de lugares en Colombia, excelente  con el detalle que el camarero nos trajo un ventilador al ver que el abanico no hacía mucho efecto.
Tras la comida, encontramos un hotel cercano, con piscina, que era la idea principal del viaje, y tras hacer la digestión de la comida, al agua. Piscina bonita y vacía, sin niños jugando, lo que le daba una tranquilidad muy acogedora. El agua, por que no decirlo, tibia tirando a fría, pero para alguien acostumbrado al mar cantábrico, pues se estaba bien. Mónica en cambio, más habituada a San Andres, Cartagena... pues lo sufrió un poco.









Al rato llegó un chico, residente en Estados Unidos, con quien compartimos unas cervezas y una larga conversación sobre Colombia, Bogotá, Estados Unidos... Interesante. 
Por la noche salimos a conocer un poco el pueblo, el cual es bastante pequeño, y se recorre muy rápido.
Tiene una calle semi-peatonal, bien cuidad y una plaza con una extraña escultura en forma de arco, una pequeña San Luis parece ser. Pero tiene su encanto. Por lo demás poca cosa más por ver un jueves por la noche. Gente local tomándose las últimas del día, rockola y bar de rock y listo. Después conseguimos a un señor que nos vendió alguna cerveza pasadas las 11 de la noche ( en Colombia está prohibido) lo que le acarreó una  discusión con el policía de turno que nos "cazó" en plena compra.
La anécdota no pasó a mayores y pudimos disfrutar de la luna en la piscina del hotel.
Al día siguiente tocaba regresar a la ciudad, pero sin las prisas habituales, disfrutamos del desayuno y la comida en el mismo pueblo y salimos a primera hora de la tarde hacia Bogotá, en el primer bus que pasó por delante. A pesar de un par de "sustos" mecánicos, conseguimos llegar hasta la entrada de Bogotá, donde ya el bus dijo adiós y nos dejó tirados.Eso si, al minuto ya estábamos en otro bus y llegamos sin problemas.











Como conclusión podría decir que fue un viaje agradable, y el clima ayudó bastante. No soy amigo del calor y de las piscinas, pero si se quiere desconectar de la ciudad, no hay mucha más opción .La idea de monte o playa, aquí se convierte en monte o piscina, y yo prefiero lo primero, aunque como lo dije, me gusta de vez en cuando salir al calor.
Tierracaliente es la opción para ello.Pueblos como Melgar, La mesa, Girardot, entre otros tiene la infraestructura idónea para escapadas de fin de semana, sin alejarse de la ciudad y a precios asequibles.



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